La democracia se degrada por el segmento de población más vulnerable y desconectado de la política
El Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS), consorcio de la UAB y la Diputación de Barcelona, ha presentado el nuevo Cuaderno «La Erosión democrática. Entre la exclusión social y la ruptura generacional», con datos comparativos entre 2008 y 2024 que confirman que ha habido un retroceso en la preferencia por la democracia entre la población catalana, con un leve crecimiento en favor de soluciones autoritarias y un fuerte aumento del desinterés por el tipo del sistema de gobierno.
El Cuaderno, breve monografía de carácter periódico que analiza diversos aspectos de las actitudes y el comportamiento políticos de la ciudadanía, se aborda con datos de la encuesta del Sondeo de Opinión de Cataluña, publicado ininterrumpidamente desde 1989. El estudio presentado ahora ha sido elaborado por los investigadores Lucía Medina y Oriol Bartomeus, este último profesor asociado del Departamento de Ciencia Política y de Derecho Público.
Los datos muestran cómo en el año 2008 una mayoría abrumadora escogía la democracia como sistema preferido de gobierno (93%), a la vez que una minoría se inclinaba por una dictadura, según las circunstancias (3%), o se mostraba indiferente en cuanto al tipo de régimen (2,4%). Dieciséis años después, en 2024, el apoyo a la democracia se encuentra 11 puntos porcentuales por debajo (82%), la predilección por un régimen autoritario es algo mayor (5%) y la indiferencia por la clase de sistema de gobierno ha crecido de manera notable (11%).
Según Oriol Bartomeus, las personas más jóvenes, sobre todo los hombres, y las más desfavorecidas socialmente son los segmentos de población que se sienten más alejados de la democracia, porque piensan que el sistema no es capaz de solucionar sus carencias. La erosión democrática parece tener, pues, un origen generacional, en la medida en que se concentra en los tramos más jóvenes de la población, especialmente entre los hombres jóvenes, en un proceso que se atribuye a la ruptura, en el imaginario de estas generaciones más recientes, del vínculo entre democracia y progreso social y económico. En este sentido, Bartomeus ha afirmado que «ha habido una transmisión generacional fallida de los valores democráticos», y que eso explica la desafección actual de una parte de las personas jóvenes en relación con la democracia.
Sobre el hecho de que el grado de erosión democrática sea más alto en 2024 que durante la crisis económica de 2008, Oriol Bartomeus ha explicado que «arrastramos una mala herencia de la crisis de 2008, que impactó fuertemente sobre el sistema político, y aquella fractura no se ha soldado».
La caída en el apoyo a la democracia representa, sin embargo, una proporción menor respecto del conjunto de la ciudadanía en Cataluña, y aquellos que optan por una dictadura no sobrepasan las 280.000 personas de un censo electoral de 5,7 millones. En este sentido, resulta más preocupante el número de personas que declaran que tanto les da un régimen u otro, y que suponen alrededor de 620.000 individuos en 2024. Sumando ambas cantidades, cerca de un millón de personas se encuentran abiertas, ya sea por convencimiento, oportunismo o indiferencia, a un régimen diferente del democrático. Para Lucía Medina, «el peligro no es el aumento de las formas autoritarias, el peligro es la indiferencia hacia la democracia»
Por otro lado, el desgaste democrático también se centra en los estratos más desfavorecidos de la sociedad, tanto en lo que se refiere al nivel académico como a la clase social. Es decir, la democracia adquiere unos tintes utilitarios y mantiene su atractivo entre los "beneficiarios" del sistema, mientras que lo ha perdido en aquellas capas que no se sienten tan beneficiadas. La idea de la democracia como una garantía para el progreso social "de todos" estaría en duda y lo que veríamos es la constatación de ello entre los sectores que han perdido la esperanza de mejorar, entre los que se afianzaría la idea de que da igual cuál sea el sistema político porque no hay ninguno que pueda asegurarles el progreso.
El Cuaderno del ICPS finaliza con una reflexión sobre la necesidad de encontrar fórmulas para reenganchar a aquellos segmentos sociales que parecen descolgarse, para reconectarlos al sistema. Esto sólo puede pasar por que las instituciones actúen de tal manera que estas personas vuelvan a percibir que la democracia les es útil, es decir, que valores como la libertad, la igualdad y la justicia no queden en simples enunciados, sino que sean realidades tangibles para todos.
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