Textos i músiques per a una pandemia en veu d’estudiant: “El Buscador sin Búsqueda”

punts de llibre lluna
Àngel García Miró, “Tríada estelar” (2020). © De l’autor de l’article

La Facultat de Filosofia i Lletres dona veu a l’estudiantat perquè publiqui les seves reflexions, els seus consells de lectura o música, fruit de la situació que ens toca viure des de fa mig any. Els textos només responen a les opinions pròpies.

24/11/2020

No esperen encontrar en esta sucinta reflexión una divagación intelectual, académica, rigurosa, lógica, científica y formal, en la acepción tradicional de los citados términos. Mi motivación para emprender el camino filosófico era, y sigue siendo, encontrar un espacio en el que manifestar mi frustración y mis miedos sin ambages ni circunloquios. Proferir solamente aquello que verdaderamente siento, aquello que me golpea, que me hiere, tratando a cada vocablo con el respeto que se merece; fiel ayudante y compañero, a pesar de las limitaciones cognoscitivas de ambos. Tal y como la tradición filosófica oriental, especialmente la taoísta, profiere: «el tao que puede ser denominado tao no es el verdadero tao» (Lao Tsè, “Tao Te King”). Se trata de sugerir más que de narrar; se trata de evocar y de sentir más que de concluir. Sensibilidad y sutilidad, espíritu y corazón.

Y para el mencionado propósito, me resulta imposible deshacerme del yo y transformarlo en un otro aséptico, desprovisto de subjetividad y de conciencia. No puedo hablar sin poner en el centro a la persona, a la ipseidad; que siente y que padece, que tiene fluctuaciones emocionales, que matiza y se arrepiente, que retira y se fustiga. Toda obra es holística, o debería aspirar a serlo, todo escrito es mucho más que lo que explícitamente se dice; es lo que no se dice, lo que se dice a medias, lo que las otredades interpretan y, por encima de todo, lo que el autor es, su 

sello, su marca; una ‘insaidad’ que debe ser el elemento preponderante. No soy aséptico, y tampoco quiero serlo, mi filosofía de la incoherencia es pasión; yo soy pasión, para bien o para mal.

Seguimos atrapados, maniatados, sujetos, subyugados; obligados a buscar una coherencia que se ha perdido y un sentido que se desintegró a medida que la erosión del tiempo lo sojuzgaba. A pesar de la desidia, la frustración, el hastío y el agotamiento; continuamos transitando, superando escollos y, aunque pareciere que las fuerzas fenecieren, existe un impulso, una pulsión que, a modo de volcán activo y poderoso, nos hace hervir la sangre, volvernos orates, enamoradizos, ansiosos y desesperados; aunque todo carezca, apriorísticamente, de la más mínima trascendencia.

Existencia sin rumbo, navío a la deriva, que transita por los valles de lo ignoto, por la senda gredosa de la incoherencia, de la falencia, de la ausencia; de la soledad. El aguerrido capitán iza la bandera de la esperanza, aunque perdiere la de la fe en la trágica noche en la que murió la espiritualidad y la certidumbre. El halo de la divinidad se esfumó y transmutó el soleado día en noche oscura y fría. El triste capitán navega sin referencias, sin guía, sin señales. Nadie le ayuda y sobrevive como puede a la bravura de las olas y a las tempestades malhechoras.

Sin objetivos, sin metas, sin sentido, sin amistad, sin amor, sin rencor, sin una columna recta; sin interés, sin ánimo, sin paz, sin sosiego, sin valor y sin aciertos. ¿Realmente debería perder el sueño por una nota en un boletín, o por una valoración positiva en los márgenes de un trabajo? Hace tiempo que dejé de competir por unos resultados que, cuando los consigues, te dejan igual de vacío, de triste, de desolado, de roto. Alimento para el ego, veneno para el espíritu.

Desapegado intelectualmente, apegado por contingencia, instituido como ente, lo único por lo que merece la pena luchar y perder el sueño, teorizar y reflexionar, discurrir y divagar, es por ser buenas personas, íntegras, auténticas, honestas, humildes, sensibles, espirituales. ¡Cuánta falsedad y artificialidad, cuántas máscaras, cuántos actores y actrices! Actuamos por obligación, por imposición, por convención, por proselitismo. ¿Por qué tengo que apreciar a una familia por el mero hecho de serlo? ¿Por qué no querer a personas en lugar de a sus etiquetas, sus categorías o sus condicionantes? ¿Por qué no establecer relaciones en pie de igualdad, en base a quiénes somos, a nuestra moralidad, a nuestra actitud, a nuestro proceder consuetudinario; en lugar de fundamentar interlocuciones basadas en la dependencia, el miedo y la mediocridad?

La filosofía y la palabra como arte; mecanismo transformador de los sentimientos de la mismidad. Solo me quedó la palabra, lo nouménico, lo volátil, lo áureo; el soplo divino de la espiritualidad. A falta de facticidad y fenomenología, el vocablo me acogió hospitalariamente y sosegó mi ira, mi frustración, mi miedo y mi tristeza. Ahora, a través de la voz que me brinda, le obsequio con este pequeño presente que espero les guste.

Para terminar, me gustaría traer a colación una poesía de elaboración propia, que ejemplifica el fundamento último de la presente cosmovisión filosófica o filosofía de la incoherencia. Algunos fragmentos, con música asociada.

El buscador.

«Buscador, no hay búsqueda, / se hace búsqueda al transitar, / por los valles de lo ignoto, / los paisajes nemorosos, / la suave brisa del mar. // Instinto, inclinación, / rumbo sin timón, / de un navío a la deriva, / que atisba en la lejanía, / su propia emancipación. // Apego por contingencia, / deseo sin razón, / existencia maldita, / vivificación sin perdón. // Sabiduría, ¿do te hallás?, /

Verdad, ¿estás ahí?, / no te encuentro, / mas te busco, / y lo hago sin parar. // Orate me volviere, / si de nuevo no te viere, / ¿qué sería de mí? // Mas no importa el desespero, / el vivir solo lo quiero, / si es para estar junto a ti; / ese es mi anhelo, / ese es mi sufrir. // Descubrir tu bello rostro, / escuchar tu dulce voz, / suave cantar de filomena, / oloroso aroma embriagador. // Insignificante yo / tú grandiosa; /rizos de miel, / ojos de piedra preciosa. // Hechizado, enloquecido, / puro veneno de amor; / te desvaneces, / desapareces; / ¡no puede ser, tú no! // Como nubes vespertinas, / se volatilizan en el mar; / llega ya la noche oscura / llega ya el triste final. // Plañideros se agolpan, / en las puertas del más allá, / tristes, alicaídos; / ¿por qué se fue?, / apesadumbrados, taciturnos; / se marchó. // Los ojos de la noche, / observan con gallardía; / su superioridad, / su supremacía, / no tiene parangón. // Son los ojos de la noche, / son las perlas de la mar, / son los diamantes de tus ojos, / son las lindes de mi paz».

Como representación pictórica del poema, me gustaría proponer los tres puntos de libros que ilustran el texto. Colocados adecuadamente, permiten observar un cielo estrellado en tres tramos de color, simbolizando distintos estados de ánimo (furia, frustración y paz) y una luna con sonrisa pícara.

 

[El text original és més extens. Ha estat reduït per qüestions d’edició] 

Àngel García Miró (Grau de Filosofía. 1r curs)