Llibres i música en temps de desassossec: “El centenario de Galdós en el año de la pandemia”

Dibuix de Benito Perez Galdós
Ramon Casas, Benito Perez Galdós. MNAC (Barcelona).

L’aportació de la Facultat de Filosofia i Lletres en els moments estranys que vivim serà en forma de reflexions i consells literaris, filosòfics i musicals a l’entorn de la persona i de les pestes que ens afligeixen, col·lectives, però també individuals.

15/06/2020

En estos días de confinamiento en los que hemos visto cómo el mundo se paraba mientras los seres humanos debíamos dedicarnos a reflexionar sobre las consecuencias de la globalización, a recuperar el tiempo perdido con nuestra pareja o con nuestros hijos, a estrechar lazos fraternales a través de videoconferencias, en fin, en los que hemos oído o leído frases grandilocuentes al respecto que podrían resumirse en la prosaica “saldremos dañados, pero seremos mejores”, me he acordado mucho de la categórica frase de uno de los personajes de “Realidad”, la obra teatral de Benito Pérez Galdós. La pieza se estrenó en 1892, casualmente el 15 de marzo, el mismo día en el que España inició su cuarentena. Ese día, Augusta, personaje interpretado por María Guerrero, declamaba ante el auditorio del Teatro de la Comedia:

 

« ¡Moralidad, moralidad! Se habla mucho durante una temporadita, y después seguimos tan pillos como antes. La humanidad siempre, siempre igual a sí misma. Ninguna época es mejor que otra. Cuando más, varía un poco la forma o el estilo de la maldad. Pero lo de dentro, crean ustedes que poco o nada varía».

 

Esa frase, que posiblemente pudiera haber pronunciado el mismo don Benito, pone de manifiesto, por una parte, la penetración de Galdós en lo relativo a la esencia humana; por otra, su clarividencia, que explica, asimismo, la vigencia de su obra en el año en el que se celebra el centenario de su muerte.

La pandemia ha venido a torcer, que no a truncar, un año colmado de conmemoraciones que tuvo sus prolegómenos en noviembre de 2019 con la inauguración de una exposición sobre el autor de “La desheredada” en la Biblioteca Nacional de España y la publicación de su biografía: “Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso”, de Francisco Cánovas Sánchez (Alianza). Siguió con la organización de un sinfín de congresos, conferencias y otras actividades, como el regalo por parte del Ayuntamiento de Madrid de la edición facsímil de “El 19 de marzo y el 2 de mayo” el día en que se cumplían los 100 años de su muerte. También hemos podido disfrutar de la audiograbación de “Doña Perfecta”, auspiciada por el Ayuntamiento de Córdoba, de la programación de visitas a la Casa-Museo de Galdós organizadas por el Cabildo de Gran Canaria o de paseos guiados por el Madrid galdosiano.

 

Aunque se han suspendido o aplazado simposios, encuentros y exposiciones, los lectores hemos podido acceder a ediciones y estudios de su obra: Luis Gonzalo Díez publicó en enero el ensayo “La epopeya de una derrota. El demonio de la política en los Episodios nacionales de Galdós” (Galaxia Gutenberg); Reino de Cordelia editó en febrero una preciosa edición ilustrada por Toño Benavides de “Fortunata y Jacinta”, con prólogo de José María Merino; y está a punto de ver la luz “Galdós. Una biografía”, premio Comillas 2020, de una de las mejores conocedoras de su obra, Yolanda Arencibia (Tusquets). Son solo unos ejemplos.

 

En estos meses, el realismo de Galdós ha sido también objeto de polémica entre novelistas, aunque su mejor defensa son las declaraciones de narradores actuales como Almudena Grandes, Manuel Longares, José María Merino, Antonio Muñoz Molina, Andrés Trapiello o Mario Vargas Llosa, que se reconocen insertos en una tradición en la que Galdós es uno de sus puntales. Estos escritores, que han vivido y han sido testigos de estos tiempos, podrán inspirarse en esta pandemia para crear nuevas ficciones; de hecho, ya se ha convertido en asunto de sus artículos periodísticos.

 

Me cuesta pensar en un don Benito confinado. Su amigo Rafael de Mesa recordaba que se obstinaba en salir incluso cuando en los últimos meses le faltaban las fuerzas para caminar. Lo imagino recorriendo las calles de Madrid, sentado en un café e intentando pasar desapercibido mientras observa, escucha con atención y graba en su memoria el espectáculo de la vida para convertirlo en novela: «Imagen de la vida es la novela», escribirá en su Discurso de ingreso en la Real Academia Española. Tampoco lo veo en un balcón, sino detrás de los vidrios de una ventana, mirando las calles vacías de Madrid como cuadros de José Manuel Ballester y pensando, sí, que a pesar de todo «la humanidad será siempre, siempre igual a sí misma».

 

Crucemos los dedos para que los anunciados ‘rebrotes del otoño’ no nos pillen tan desprevenidos y podamos seguir celebrando la obra de Galdós en congresos, conferencias y en las aulas de nuestra Facultad.

 

Montserrat Amores García (Departament de Filologia Espanyola)