"Nuestras mentes están hechas para percibir las cosas desde cerca"
Thomas Sturm es doctor en filosofia (University of Marburg, 2007), y desde hace dos años trabaja como research scholar en el Max Planck Institute for the History of Science, en Berlín. Este investigador alemán ha estudiado el trabajo de filósofos como Kant y Kuhn, y en los últimos años ha investigado especialmente la historia de la ciencia, y la forma en que esta puede ayudar a comprender algunas de las relaciones epistemológicas que existen entre la filosofía y la psicología. Sus intereses profesionales incluyen temas como la filosofía moderna reciente, el propio Kant y su obra, y las relaciones entre la filosofía y la historia de la psicología.
Sturm ganó en 1999 el concurso de ensayo de la North American Kant Society (NAKS). En 2004 recibió el Early Career Award, otorgado por la European Society for the History of the Human Sciences (ESHHS)/Journal for the History of the Behavioral Sciences (JHBS).
¿Realmente le estoy viendo?
(Risas) Sí, creo que me ves.
Pero… ¿cómo puede estar seguro?
Ese es precisamente uno de los problemas tradicionales de la Filosofía y el Argumento de la Ilusión –que de hecho está en la raíz del problema- ha llevado incluso hacia posiciones extremadamente escépticas, como la de que jamás percibimos o podríamos conocer empíricamente la realidad física. Y eso te lleva a dos posibilidades: O no tenemos ningún tipo de conocimiento sobre la realidad ni lo tendremos nunca, o para tenerlo necesitamos otros recursos además de la percepción y la observación.
Incluso Descartes, en su primera Meditación, su trabajo más conocido, se vale del Argumento de la Ilusión Perceptiva para reflexionar sobre si podemos o no conocer algo realmente. Según explica, el Argumento de la Ilusión no da mucho de sí cuando se lleva más allá. Necesitas premisas mucho más fuertes para ser realmente escéptico sobre el mundo exterior, el mundo físico. Porque, por ejemplo, las ilusiones perceptivas de los sentidos pueden requerir cierta dosis de auto-corrección. Yo no percibo como un rectángulo esta mesa que tenemos al frente, la veo más ancha frente a mí y más estrecha hacia el final, pero puedo ajustar esa percepción si utilizo otros sentidos como el tacto, o si me valgo de algún instrumento, o simplemente si la rodeo y la aprecio de otra manera. Hay otras opciones. Puedo medir las cosas. Así que el Argumento de la Ilusión no sirve por sí solo para establecer que no existe el mundo exterior y que no podemos conocerlo realmente.
Pero, en realidad, no estoy muy preocupado por el hecho de que se pueda justificar la inexistencia del mundo físico.
¿Qué le interesa como investigador?
Me atraen en general los problemas epistemológicos, y cómo la ciencia empírica puede aprovecharse de la filosofía epistemológica, pero también la forma en que ésta puede perfeccionarse a través de las ciencias naturales y su historia. No hay una forma fácil y efectiva –como algunos ingenuos defensores de la epistemología naturalista solían decir- de basar –o incluso de sustituir- todo el conocimiento epistemológico en la psicología cognitiva. No creo que podamos alcanzar nunca ese nivel. Pero ignorar los logros de la ciencia empírica –y particularmente de la psicología- en el ámbito de la percepción y de la cognición sería un error muy serio incluso para un epistemólogo.
¿Qué tipo de relación existe entre las ilusiones perceptivas y dos ámbitos científicos como la filosofía epistemológica y la ciencia empírica?
El interés de los filósofos por las ilusiones perceptivas tiene su raíz en el propio Argumento de la Ilusión, que nos lleva a la conclusión de que no percibimos la realidad física directamente. Los científicos, por su parte, se interesan en ellas por otras razones. La ciencia –al menos la de tipo empírico- requiere observación y experimentación, y no puede haber observación y experimentación si no somos capaces de percibir nada. Hay varias maneras en que la percepción puede fallar, y las ilusiones son una de las más comunes.
El proyecto que estoy presentando trata sobre la historia de la investigación perceptiva. Más específicamente, sobre la historia de la investigación de las ilusiones perceptivas, que se remonta a la antigüedad pero que ha cobrado mayor interés desde el siglo XIX, cuando la psicología se convirtió en ciencia de laboratorio.
Intento relacionar la filosofía y la historia de la ciencia mediante la búsqueda de los problemas conceptuales y metodológicos que los psicólogos han encontrado en sus investigaciones sobre ilusiones perceptivas. Y, en algunos casos, existen problemas realmente espinosos y complicados, problemas que no se pueden resolver con sencillos métodos de investigación. Un ejemplo es la antigua Ilusión de la Luna.
¿Qué tiene de especial esta ilusión?
Originalmente fue un problema para los astrónomos. Fueron ellos quienes notaron por primera vez que la luna en el horizonte luce mucho más grande que cuando se encuentra en el cenit, en lo más alto del cielo. Pero la luna no cambia de tamaño físico, como sabemos.
Entonces ellos tenían claro que era una ilusión…
Sí, y de hecho trataron de darle una explicación. La más popular de todas en la antigüedad –y que todavía se cita usualmente- es la Teoría de la Refracción Atmosférica, según la cual la atmósfera que hay entre el observador y la luna en el horizonte parece "inflarla", y hacerla más grande desde el punto de vista del sujeto. Si miras a la luna en el horizonte tienes una mayor cantidad de atmósfera entre ella y tú de la que puedes tener cuando la ves en el punto más alto del cielo. Se trata de una explicación claramente física, que no necesita incluir ningún tipo de construcción psicológica ni sobre la mente o los mecanismos de percepción.
Desafortunadamente, esa explicación es falsa, como sabemos gracias a Kepler. Él nos mostró, a través de sus trabajos con la cámara obscura, que la imagen de la luna, vista indirectamente, es constante ya sea que la veas en el horizonte o en el cenit. Así que la historia continúa, porque tan pronto como aceptas esa realidad, necesitas buscar explicaciones fisiológicas o psicológicas para buscar una respuesta. No puede ser sólo una cosa de la refracción atmosférica.
¿No hay una explicación definitiva para esta ilusión?
Desde Kepler hasta el siglo XIX existieron tres explicaciones dominantes. La de la Refracción Atmosférica; la Teoría Fisiológica, que tenía que ver con la posición de la cabeza y la elevación del ojo del observador, y finalmente la llamada Teoría de la Distancia Percibida, según la cual la mente percibe las cosas más grandes cuando están aparentemente más lejos (y la luna en el horizonte parece estar más lejos que la luna en el cenit). Si tienes todo un trozo de Tierra al frente, como la que hay en un paisaje campestre, tienes una gran superficie visual entre tú y el horizonte, cosa que no ocurre cuando miras la luna en el cenit. Desde el punto de vista de tu mente, la distancia hacia la luna cuando está en lo alto del cielo es indefinida, no está muy clara. Y es que nuestra mente está hecha para percibir las cosas en nuestro ambiente cercano.
¿Y cuál es la situación actual en el caso de esta ilusión?
Hoy por hoy en Psicología hay hasta ocho explicaciones distintas para la Ilusión Lunar. Y eso es mucho más inquietante, porque las tres explicaciones más antiguas todavía siguen vigentes, incluso a pesar de que la teoría de la Refracción Atmosférica no juega ya un papel muy importante. Pero la teoría de la elevación del ojo y la de la distancia percibida todavía son fuertes.
Esto indica que en el fondo el problema de la Ilusión Lunar es más complicado de lo que parece. Por eso creo que si se quiere comprender el trabajo actual de los psicólogos en este ámbito, no basta con entender la historia como mera colección de hechos. Tienes que pensar en los problemas filosóficos, metodológicos y conceptuales que hay detrás de la Ilusión Lunar.
Parece que después de todo la luna no es sólo una cosa de locos, de enamorados o de películas de terror…
¡No, no lo es! Pero si te fijas, la de la luna es la ilusión perceptiva natural más popular de todas. Es natural porque ocurre en nuestro espacio natural. Hay muchas ilusiones perceptivas artificiales, creadas en el laboratorio de la misma manera que un truco de magia. Y ese tipo de ilusiones se utiliza como herramienta para enseñar a los estudiantes de psicología cognitiva cómo funciona nuestro sistema de percepciones. Pero la Ilusión Lunar es natural, ocurre en nuestro "hábitat" –por así decirlo- y podemos observarla (o al menos creemos que lo hacemos) sin usar ninguna herramienta sofisticada o sin tener que acudir a libros de texto.
Es inmensamente popular, y tal vez eso tenga que ver con el hecho de que es un objeto particularmente grande en el cielo, que brilla y luce en todo su esplendor durante la noche… y además te brinda ocasión para el romance. Los otros objetos celestres, como las estrellas, los cometas y las constelaciones como la Big Dipper también ofrecen la misma ilusión, pero no se aprecia tan bien como con la luna. El sol, cuando está en el horizonte, también luce más grande que cuando está en el cenit. Pero, por favor, no trates de observarlo muy seguido: los científicos que intentaron hacerlo por si mismos a lo largo del siglo XIX terminaron ciegos.
Entrevista: Virginia Mata M.